8 de agosto de 2009

Sorprendido por Cristo


Dios siempre supera nuestras más altas expectativas y nos asombra de manera sorprendente

Texto Bíblico base: Lucas 19:5


Para el judío, de los personajes despreciables que podían ser parte de la sociedad en que vivía, ninguno era tan odioso como el publicano. El cobrador de impuestos tenía tres características por las cuales era particularmente repugnante: 1) colaboraba con el enemigo que ocupaba Israel, 2) permanentemente estaba en contacto con los gentiles y 3) era notablemente corrupto en la administración de las riquezas. Zaqueo, en su rol de jefe de publicanos, no solamente cobraba impuestos sino que también recibía un porcentaje de la recaudación de sus empleados.

Imagine lo que debe haber sido la existencia de este hombre. Cuando caminaba por las calles muy pocos le saludarían; muchos le insultarían. Sus hijos no tenían derecho a ningún tipo de educación. En casos de litigio no podía acceder a una defensa legal por ser considerado un no-ciudadano. Le estaba prohibido entrar en y participar de las actividades de la sinagoga. Sus vecinos seguramente lo ignoraban. Donde quiera que fuera tendría abundantes evidencias de que era considerado un enemigo público.

Cuando pienso en Zaqueo subido al árbol, no puedo evitar la imagen de miles de aficionados que se agolpan a la entrada del pabellón donde se hace la entrega de los premios Oscar. Cada uno de ellos espera poder ver, fugazmente, a sus actores o actrices favoritos. Ese es su sueño y por ello están dispuestos a tolerar las horas de espera y la incomodidad de estar parados junto a una multitud de otros con aspiraciones similares. Al llegar los famosos, los pueden ver durante los fugaces quince segundos que tardan en bajar del automóvil y entrar al edificio.

Si pudiéramos hablar con cualquiera de estos aficionados, ninguno de ellos nos diría que tienen esperanza que alguno de estos personajes se detenga para saludarlos. Para los famosos, las personas en la multitud ¡no existen! No tienen el menor interés en conocerlos. Están muy intoxicados con su propia grandeza como para mirar hacia los costados. Así también Zaqueo —a quién absolutamente nadie prestaba atención— no tenía más esperanza que simplemente ver a Jesús; nunca de que Jesús se fijara en él. Si al nivel del piso nadie lo miraba, ¡mucho menos subido a un árbol!

Imagine, entonces, cual debe haber sido el impacto en su vida cuando Jesús se detuvo y le habló por su nombre, escogiendo su casa como el lugar para detenerse a descansar. ¿Ha de sorprendernos que Zaqueo se haya convertido? Ni en sus más alocados sueños se le podría haber ocurrido a este varón que Jesús lo miraría. ¡Y ni hablar de la posibilidad de ser visitado por él! Así es nuestro Dios. Él supera nuestros más alocados sueños, irrumpiendo en nuestras vidas de la manera más increíble y prodigiosa. Su accionar es insólito. ¡Y qué maravillosa sensación de asombro sentimos cuando nos sorprende!
Para pensar:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. Efesios 3.20–21

Autor: Christopher Shaw. Producido y editado por Desarrollo CRISTIANO



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